La Misión de un hijo de María

Es velar por sus hermanos

para ayudar a que más almas

se salven; trabaja incansablemente hasta conseguir, por gracia de Dios,

el fruto de la salvación

para ellos.

Consagrado

Un hijo de María se consagra a los Sagrados Corazones

de Jesús y María y vive su compromiso.

Pide a Dios Su gracia y amor para perseverar en los siguientes compromisos:

Es un alma Eucarística que, movida por el amor a Jesús Sacramentado, comulga y participa con frecuencia y devoción en la Santa Misa y en la Adoración al Santísimo Sacramento.

Ama y reconoce a la Santísima Virgen María como corredentora, como Madre de Jesús y Madre nuestra, confía en su protección y sabe que por mediación de Ella se llega a Jesús, camino seguro a Dios Padre.

Lo caracteriza la fidelidad a Dios; jamás se rinde pues se sabe protegido por María.

Vive con congruencia y fidelidad su propia vocación.
Cada hijo de María, varón o mujer corresponde al amor que Dios le tiene con entrega y fidelidad y cuida esa relación obedeciendo sus Mandamientos, la doctrina y el magisterio de la Iglesia Católica; hace examen completo de conciencia y confesión de vida, enmienda sus actos y ofensas y conserva un estado de gracia mediante ayuno, oración, confesión y comunión frecuentes.
Rinde confiadamente su voluntad humana a la Divina Voluntad de Dios para que Él reine en sus actos.
Busca la santidad viviendo la castidad según su vocación.

Como su meta de vida es alcanzar la santidad, busca imitar las virtudes de María, por lo que se pregunta constantemente: ¿Qué haría María en mi lugar?
Vive el amor fraterno con humildad, sencillez y caridad y en discreción, ya que todo lo hace para darle mayor Gloria a Dios.
Adquiriendo los rasgos de Jesús con la ayuda de María, refleja a Dios en sus actos luchando por mantener una conducta sin doblez, sabia y honesta.
No juzga ya que sabe que es solo Dios a quien le corresponde hacerlo, pues Él ve el corazón de las personas.
Perdona, pide perdón, enmienda sus actos y no guarda rencores. Como consecuencia de esta forma de vida, transmite la paz y el amor de Dios a los demás.

Contemplativo y apóstol; vive en oración y dispuesto a hacer el bien, ya que anhela siempre agradar a Dios. Ora et labora (San Benito).

Siempre está presto a servir a sus hermanos y a ayudarles a descubrir el amor de Jesús y María presente en la vida de las personas, sus familias y su realidad de vida.

Promueve en la sociedad la verdad del Evangelio, la cultura de la vida y los valores del sacramento del matrimonio y la familia.

Vive el desprendimiento y la humildad compartiendo sus bienes y dones del Espíritu Santo con el más indefenso, la Iglesia y las instituciones de caridad.

Un hijo de María podrá distinguirse con una Cruz impuesta por un sacerdote en una ceremonia especial.
Oración del hijo de María al anudar su listón atándose a María: Átame, Madre mía a la voluntad del Padre para que sea yo valiente testigo de Cristo y me inflame el fuego del Espíritu Santo.
Oración del sacerdote al imponer la Cruz: Que este listón te recuerde que eres todo de María y que, atado dulcemente a la Cruz Gloriosa de Cristo, obtengas la perseverancia final.
La Cruz de hijos de María es un signo visible del compromiso adquirido al consagrarse a los Sagrados Corazones de Jesús y María, de estar siempre prestos al servicio de Dios y de los demás, a través de la oración y/o la acción.

Porta la cruz con orgullo por el valor incalculable que tiene, más que un distintivo, es un escudo que lo defiende de los dardos del enemigo ya que al centro lleva grabadas las imágenes de los Corazones de Jesús y de María.